Scene20

01 - Café - Óscar




El café y el tabaco eran los dos sabores que daban los buenos días a Óscar, pero este desayuno se convertía en un ritual especial los fines de semana.
Le gustaba levantarse temprano, dejar a Rowan y a Apolo durmiendo en la cama y con ellos la pesadumbre y el dolor que le suponía tener una relación a tres bandas. Solía darse una ducha bien fría para despejarse y a continuación bajaba a preparar el café mientras se fumaba el primero de una incontable lista de cigarrillos.

Amaba esos instantes de soledad, donde no tenía el corazón dividido, donde solo existía el silencio y el vacío. A veces le costaba entender por qué seguía con ellos. No sabía si le era más difícil continuar con aquella situación o dejar de verles para siempre. Apolo siempre fue su amor imposible, su espinita clavada, aquello que más anhelaba y que a la vez más odiaba en este planeta. Rowan sin embargo tenía todo aquello que Apolo y él carecían: entrega y generosidad. Óscar se sentía infinitamente mal por habérselo hecho pasar tan mal a Rowan, desde que se conocieron en aquel campamento de verano siendo apenas unos adolescentes. Sabía que había aceptado meter a Apolo en la pareja por él, aunque tampoco tuvo mucha elección, la relación hacía aguas, prácticamente le puso entre la espada y la pared.

Volvió la vista y ahí estaba Trueno, mirándole expectante, esperando a que terminase para salir a correr con su amo. A veces le contaba mentalmente al animal todos sus problemas y quebraderos de cabeza, y el perro parecía escucharle fielmente, aunque seguramente únicamente estuviese atento aguardando el momento en el que Óscar cogiese la correa para ir a la calle. Comenzaba su carrera contra el estrés y los agobios.

Cuando volvían de su larga caminata Trueno hacía un último spring hacia el bebedero antes de echarse en el suelo a recuperar energías. Óscar intentaba pasar lo más discretamente posible por delante de la cocina, a esas horas Rowan y Apolo ya estaban despiertos. Solía dedicarles un escueto “Buenos días” y una sonrisa antes de volver a subir a la ducha. Allí reflexionaba sobre si su comportamiento era el correcto, sobre lo bien que lo pasaron los tres la noche anterior, pero lo duro que se hacía saber que Apolo estaba metido en eso solo por Rowan. Tal vez él solo estaba allí porque iba en el pack. Rowan no quería sin Óscar, Óscar no quería sin Apolo, y Apolo se negaba sin Rowan, así de caprichoso era el destino.

A continuación se metía en su despacho a estudiar los casos de la semana siguiente, aunque siempre Rowan o Apolo, o ambos, terminaban entrando a sacarle de su encierro, que más que físico era mental. Un nuevo día acababa de comenzar.


02 - Soledad - F



¿Cuánto tiempo llevo aquí? No sé, yo creo que desde que ese desgraciado nació, unos diecisiete años. Ya lo he intentando todo, aporrearle el cráneo, susurrarle sugerentes invitaciones al suicidio...no sé, tal vez con él muerto yo podría salir por su oreja y ser libre (previo pisoteado de su cara, se lo merece), aunque me temo que probablemente mi vida se termine junto a la suya, qué romántico.

Miro alrededor y únicamente hay oscuridad, vacío, soledad...si al menos la soledad fuese realmente absoluta sería todo más fácil, pero estoy hastiado de que su cabeza retumbe cada vez que piensa algo (afortunadamente estos eventos son escasos).

Hay días en los que me dedico a caminar...volutas y más volutas cerebrales, ¿tal vez alguna albergue algo interesante? Esta parece que tiene actividad. Oh vaya, porno otra vez...brrr, ahora empezará a masturbarse...o no.

“Frank, ¿me oyes? ¿qué haces viendo esas fotos en Internet? Ya...lo haces porque jamás podrás estar con una chica de verdad. Es tan estúpido fantasear con algo así...¿de verdad pensaste que una chica como ella tendría algo con un perdedor como tú? Venga vamos...seguro que tiene novio, sí, uno bien guapo y fuerte. Oh, no, no, ni lo sueñes...con el novio tampoco tendrás nada en la vida, por su puesto, con la pedazo de novia que tiene ¿crees que se fijaría en ti?. Por eso pasas el día machacándotela, porque sabes que no puedes aspirar a nada más, das asco. Muerto al menos dejarías de estorbar a los que te rodean. Nadie te quiere, ni tu madre, aunque no me extraña, ¿qué madre querría a un hijo sin futuro, un absoluto zoquete que se pasa el día llorando y lamentándose como una nenaza?. Tú eres empático, debieras entender lo decepcionada que se siente.
Además la muerte ofrece enormes ventajas. Se acabaron las humillaciones públicas en el instituto, se terminó la presión por aprobar las matemáticas, ya no habría más dolor.
Así que deja de banalizar con esa tía en bolas y piensa qué haces tú en este mundo. Analiza si realmente merece la pena seguir aquí, si haces más bien que mal o por el contrario solo contribuyes a la desdicha ajena.”

Parece que funciona... sí, ¡SÍ! Ha cerrado la web, fantástico. Ahora se tirará en la cama a llorar durante las próximas cuatro horas hasta que se quede dormido, lo que me deja a mi el tiempo suficiente para dedicarme a...bueno, a seguir caminando en círculos por esta mierda de cerebro.

03 - Color - Iscer



"Han pasado casi cinco años desde la muerte de Klyffer. Casi cinco años desde que me nombraron gerente en funciones de la puerta de tierra. Cuando yo solamente podía pensar en el dolor desgarrador de la pérdida. Hynsel no quiso otorgarme el liderazgo definitivo de la puerta de tierra porque según él la decisión de mi maestro de adoptarme como su mano derecha estaba basada en una cuestión personal no objetiva, y además murió antes de completar mi formación. Últimamente las ofensivas por el Norte se han encrudecido y La Fortaleza necesita unificar todas sus fuerzas para hacer frente a ello. La puerta de tierra necesitaba un líder fuerte en estos momentos, y yo estaba dispuesto a reafirmar mi candidatura”.

Iscer ascendió por las angostas escaleras que comunicaban las habitaciones con el término del territorio de la puerta de tierra. Sus dominios estaban construidos en forma de un tremendo laberinto de piedra, donde los muros no tenían principio ni fin. Algunas zonas eran de acceso exclusivo al comandante y su discípulo directo, ya que eran los únicos que poseían los planos para guiarse entre esos pasillos.

Al llegar a la puerta que comunicaba la madriguera de su casa con las zonas comunes a las cuatro puertas de la fortaleza, Iscer tomó aire. Era un momento difícil, se iba a enfrentar al consejo al completo. Todos los líderes y sus respectivos pupilos iban a valorar su aptitud para encabezar la puerta de tierra, aunque la última palabra la tenía Hynsel, y eso no le resultaba nada favorable.

Finalmente se abrió camino por el largo pasillo que le conducía a la sala de reuniones. Las paredes y el techo de la zona común de la fortaleza solían ser dorados. Y únicamente solían serlos, ya que la construcción podía mostrar lo que sucedía en el exterior a voluntad del poseedor del báculo de poder. Es más, desde fuera prácticamente nunca era visible el monstruoso palacio, a simple vista sólo existía un árido desierto.

La sala de reuniones siempre era una de las favoritas de Iscer. Fue de lo primero que vio al poco de ser nombrado discípulo directo de Klyffer. Recordaba claramente a su maestro sentado en el trono central, delante de la esfera de equilibrio, pensativo, con los rayos de Sol que se filtraban a través de la elevada cúpula central adornándole el cabello.

“- Mira Iscer, acércate...¿consigues ver el centro de la esfera? Ahora es cristalino, casi como las aguas de un arroyo que acaba de nacer. Eso es que todo va bien. El día que veas la esfera enturbiar, deberás despertar todo el potencial que guardas dentro de ti.”

La nostalgia le recorrió el cuerpo al pisar la sala. Era increíble como podía ver su reflejo avanzar a través de las baldosas del suelo, como hacía años, aunque su rostro había cambiado, al igual que el contenido de la esfera.

05 - Sonrisa - Czcibor



"Frecuentaba mi local de variedades, más bien trabajaba en él. Era muy alta, o eso pensaba yo, tal vez tenía la estatura normal para una mujer adulta pero desde mi escaso metro de altura parecía toda una reina subida en el escenario. Su larga melena negra y lisa como un espejo hipnotizaba a los clientes, los cuales se aprovechaban de sus exuberantes curvas para dejarle regalos de lo más variados entre ellas. Siempre lucía una amplia sonrisa de lado a lado de la cara cuando bajaba a verme al despacho, creo que por cortesía y compasión. Las otras muchachas la llamaban Lizzy, yo prefería referirme a ella como Liccienne, nunca es conveniente perder la distancia con los empleados.

Jamás entró a formar parte de mi círculo más íntimo (al que me daba de comer literalmente me refiero), hubiese sido una gran pérdida para el negocio, y supongo que para mi también. A pesar de ello era consciente que tarde o temprano dejaría este mundo, como el resto de mortales, más tarde si conseguía evitar que alguno de los clientes le contagiase la tuberculosis.

Mentiría si dijese que nunca pensé en darle la vida eterna. Hubiese sido fantástico, compartiendo el misterio de ser vampiros, juntos cada noche… ¿pero ella iba a querer vivir indefinidamente conmigo? Lo dudo…al igual que los demás pensaba que yo era un enano, uno de esos que suelen subsistir entre caballos por el circo, pero que había conseguido hacer fortuna y allí estaba, regentando un lupanar. Tal vez era mejor ese pensamiento a que me recordase como el monstruo sanguinario que le arrebató la libertad cuando disfrutaba de lo más bello de la juventud.

La última vez que la vi marchaba cargada de bultos junto a la cantante del local, una chica de ardientes rizos, bastante menos elegante que ella. Les desee buena suerte. Ella me besó y sonrió como solía hacerlo y sin titubear ni un segundo se volvió rumbo al amanecer de un nuevo día."

6. Mar

07 - Foto - Micael




Me miré al espejo tratando de convencerme de que existían muchas similitudes entre el hombre de la foto y yo. Aquel retrato era de lo poco que me quedaba de mi padre, no por que hubiese perdido sus cosas en un gran incendio, simplemente porque me dio poco en vida, y menos que iba a darme muerto. Al parecer los hijos bastardos de los mafiosos no teníamos derecho a nada, ni siquiera a asistir al entierro de nuestro padre, es más, lo primero que aprendí en esta vida fue a decir que yo no tenía padre si me preguntaban.

Cuando nos visitaba pasaba la mayor parte del tiempo en la habitación de mi madre, después nos daba algo de dinero y me preguntaba qué tal en la escuela. No recuerdo una charla mucho más allá de aquello. Mi madre siempre trabajó duro para sacarme adelante, al parecer fue mi padre el que le consiguió un buen puesto como dependienta de la tienda de ropa para señoras del centro. Pero ahora que él había fallecido no disponíamos del dinero que nos daba ni de su influencia. Querían despedir a mi madre.

Por ahora no teníamos muchos problemas, las vecinas nos echaban una mano en lo que podían y yo acaba de conseguir un trabajo en un restaurante los fines de semana. Pero había cosas que no eran tan fáciles de enmendar, como el dolor de mi madre por la pérdida y por no haberse podido despedir del hombre al que amaba.

Estaba dispuesto a ir a hablar con mis hermanos, actuales herederos del negocio familiar para obtener respuestas y soluciones. Tal vez el mayor, Santino, me escuchase. Se rumoreaba que mi padre le apartó del negocio familiar por disputas personales, pero que ahora Fredo quería que volviese. ¿Me creerían? Bueno, bien mirado casi soy como el vivo reflejo de nuestro padre ¿no?


08 - Sexo - Friedrich



Siempre le rondaba esa inquietud abrasiva, como un parásito que le destrozaba por dentro, la necesidad le quemaba las entrañas. Al fin y al cabo no era más que un enfermo, uno que no podía evitar mirar a los niños con ojos aviesos hasta rozar la obsesión. La oración y las largas charlas con su hermano le ayudaban a calmar su ansiedad, y afortunadamente tenía a su lado al niño que fue su perdición, el más ferviente objeto de su deseo. El sexo con Jimmy era como rozar el cielo para Friedrich, como las refrescantes olas que lamen la ardiente arena al medio día, como caer sobre la verde hierba en una calurosa tarde de verano. Conseguía disipar todos los demonios de su mente y de su corazón. Cuando le miraba veía a su ángel salvador, a su pequeño querubín como solía llamarle, ese tierno y encantador niño que le enamoró entre las frías paredes de una iglesia. Aún así todavía le temblaba el pulso cuando se trataba de hacerle el amor. Por una parte, por la emoción de la victoria conseguida y por otra por el pecado que le suponía mancillar algo tan bello, a pesar de que Jimm ya no era aquel niño del coro.

Él dejó su infancia en el internado donde lo encarcelaron sus padres para salir convertido en un adolescente rebelde. A Friedrich le sorprendió el cambio físico y aquél extraño piercing en el labio que más tarde se cambió a la lengua para que fuese menos notable a la vista aunque no tanto al tacto. También había comenzado a fumar, y aunque ambos llegaron a un acuerdo para dejarlo, Friedrich era consciente de que de vez en cuando seguía haciéndolo a escondidas. En ocasiones llegaba a sentirse más como un padre reprendedor que como su pareja, pero era algo que asumió cuando se hizo cargo de él.

Poder verle a su lado todas las noches, sonriente, y con su limpia mirada dorada iluminándole la cara bien le valían todos los sacrificios. Era su guía, su pastor, y su redentor, al mismo tiempo que su pasión, su pecado y su perdición. Jimmy lo es todo para Friedrich.

9. Chichón
10. Silencio
11. Hospital

12 - Tacones - Abraham





La Navidad estaba cerca, se notaba en la abundante iluminación de las calles, los primeros tintineos de las campanas, los escaparates inundados de rojo...¿rojo?

Aquellos zapatos de tacón de aguja rojos llamaron poderosamente la atención de Abe. No pudo evitar quedarse parado unos instantes mirándolos fijamente, perdidos en el enorme y acristalado escaparate.

Pronto volvió en sí cuando notó la mano de Ian tirando de él, había perdido el paso. Le sonrió y continuaron su camino, andaban buscando los regalos para la pequeña Cladi. Nunca le había contado a nadie su afición por los tacones. Cuando todavía vivía en casa de sus padres aprovechaba cuando estaba solo para probarse los zapatos de su hermana mayor. ¡Qué alto y delgado se sentía ahí encima! Además le hacían unas piernas tan bonitas...pero claro, para poder lucirlas así debería llevar falda, o shorts, o nada...

Más tarde tuvo la ocasión de usarlos en las grotescas fiestas a las que asistía con Idue, pero aquello pasó y debía olvidarlo, ahora estaba con Ian. Tal vez él no viese con buenos ojos que a un hombre le gustasen los zapatos de tacón, aunque se rumoreaba que había estado saliendo con un transexual. Debía centrarse en hacerle feliz y gustarle, así que nada de extravagancias ni de pararse en el escaparate, había que encontrar a la Princesa lago de los cisnes versión hada del bosque para la pequeña.

Cada vez se alejaban más del escaparate, aunque total, ¿acaso iban a tener unos zapatos de mujer de su talla? Y si los compraba...¿dónde iba a guardarlos? Estaba muy mal no decírselo a Ian, y peor que iba a estar si los encontraba.

La magia de la Navidad es un tópico bastante manido y americano, sobretodo para un judío como Abraham. Es cierto que disfrutaba mucho de esos días, le gustaba adornar la casa, ayudar con los preparativos, ver a la niña disfrutar con los juguetes... Tal vez su momento favorito era cuando terminada la celebración Ian y él se quedaban un rato sentados en el salón para entregarse sus regalos. Aquel año le había comprado una nueva pieza para su colección de scalextric y algo de ropa de la que él consideraba imprescindible tener. Qué bien, a Ian pareció gustarle mucho, ahora era su turno. Abe desenvolvió con mimo el paquete, le gustaba hacerlo con cuidado, para él cada regalo era un tesoro. Cuando por fin terminó con el envoltorio abrió despacio la caja, ese siempre era el momento de mayor emoción. Dentro encontró unos preciosos zapatos de tacón rojos. Incrédulo miró a Ian.
- ¿Cómo lo has sabido? O//////O.
- Será que estoy más pendiente de ti de lo que imaginas – contestó con una amplia sonrisa.

13. Amigo

14 - Cacahuetes - Leo y Abraham



Leo fregaba los vasos tras la barra enérgicamente. Todavía le duraba el cabreo de la noche anterior, tenía ganas de mandarlo todo a la mierda. Estaba harto de su trabajo en aquel bareto, de ver a Ian perder el culo por aquel niñato y de los enfados de Ícaro. ¡En qué mala hora juró fidelidad eterna so pena de ser capado!
Todavía no había terminado de refunfuñar para sus adentros cuando Abe cruzó la puerta del local. Al principio se detuvo, no daba crédito a lo que veía y olía, las descripciones que Iqui y Ryu le habían hecho del lugar se quedaban cortas.

- Ho...hola... – Abe se dirigió hacia la barra.
- Hola – contestó Leo con desgana mientras se secaba las manos en un trapo poco limpio, era la última persona en la Tierra a la que quería ver en esos momentos- ¿dónde está Ian? ¿aparcando?
- No, he venido solo, quería hablar contigo – dijo con esa dulce sonrisa complaciente que le caracterizaba.
- ¿Qué te pongo?
- Un Nestea fresquito sin azúcar, por favor – volvió a sonreír, hasta que Leo rompió en una carcajada.
- ¿Pero tú has visto el panorama? –señaló a los parroquianos, todos varones de unos 60 años que gustaban de ver los toros y el futbol mientras se fumaban un puro y echaban una partidita al mus- no tenemos mariconadas, lo sentimos – respondió sarcástico.

Abraham se detuvo a pensar, sus posibilidades eran reducidas. No tenía pinta de poderse pedir zumos, ni un chocolate en condiciones.

- Bueno pues...¿tónica?

Leo se dio la vuelta para coger la bebida y un plato con cacahuetes que Abe prefirió no probar. Se sirvió la tónica en el vaso y probó un trago, parecía que al menos no estaba caducada.

- Mira Abe, yo no tengo nada que hablar contigo, ya sabes lo que opino.
- Solo quiero que hagamos las paces, Ícaro e Ian lo están pasando mal.
- ¿Ah sí? Pues entonces desaparece de mi vista.

Abraham enmudeció. Nunca había mantenido una conversación con Leo hasta aquel momento, temía la agresividad de sus palabras y tampoco tenían mucho en común a excepción de Ian.

- No sé qué ha podido ver Ian en ti, de verdad te lo digo. Eso sí, afortunadamente se cansará pronto y te largará como hizo su padre. ¿Qué será lo próximo? ¿tirarte a su hija?
- Cómo...¿cómo puedes decir eso? – replicó a punto de llorar.
- Te tengo muy calado, vas a por la pasta. Dime si no quién te compra los trapos, porque tú no eres más que... – calló cuando vio las primeras lágrimas aparecer por el rostro de Abe, lo que continuaba era todavía peor que lo anterior.
- Yo...¡Yo le quiero mucho más de lo que serías capaz de querer tú a nadie en tu vida! Ojala Ícaro encuentre a alguien mejor, aunque dudo que sea muy difícil.

El chico, azorado rebuscó en su monedero para pagar la consumición. Dejó las monedas sobre la barra y salió rápido del bar. Leo se quedó viéndole marchar detrás del mostrador, seguro que aquello le iba a costar otra bronca más.


15 - Manos - Mike



Mike barajaba las cartas una y otra vez, parecían atraídas y repelidas por sus manos en un baile frenético. Luego las colocaba cuidadosamente sobre la mesa haciendo aparecer y desaparecer los reyes y las sotas al son de una historia que pensó la noche anterior mientras intentaba encontrar el sueño, que al parecer se le había caído en un lugar muy poco alcanzable.

Le encantaban ese tipo de trucos, los clásicos con cartas, monedas, algún pájaro en la chistera…para él eso era la magia, ese arte que tanto amaba y odiaba al mismo tiempo. No le gustaban los trucos con acompañante, esos que consistían en partir a la chica en dos o clavarle varias espadas, o aquellos en los que había que anudarla y dejarla caer en un angustioso tanque de agua. Eran demasiado efectistas y desviaban con facilidad la atención del público, él prefería el ilusionismo sencillo y bien realizado. Sin embargo su hermano insistía en que era necesario tener una acompañante, las chicas y la magia a gran escala eran los que llenaban teatros y carpas de circo, no los insulsos y tristes naipes. Aún así él seguía dedicando parte de su tiempo de ensayo en practicar con ellos. Las cartas iban tomando posesión de su papel en escena mientras él narraba.


“Cuentan que en un reino muy muy lejano vivían dos reyes, eran hermanos. Y diréis… ¡pues uno de ellos sólo sería príncipe! No, porque estos no eran hermanos cualesquiera, eran hermanos gemelos. Su padre, antes de morir, y para evitar que sus dos hijos se peleasen les nombró a ambos reyes de su reino.
Gobernaron en armonía durante varios años, pero los problemas comenzaron cuando uno de ellos se enamoró de una joven cortesana. El otro, enfermo de celos y de temor ordenó a un par de soldados que hicieran desaparecer a la joven por el bien del reino. El joven prendado de amor buscó a su doncella hasta alcanzar los límites de sus territorios y más allá. Finalmente cayó enfermo.

¡Qué desdichado se sentía el otro Rey! Su egoísmo y sus temores habían llevado a lo que más quería, su otra mitad, a caer en las tinieblas. Desesperado hizo llamar a una hechicera para que intercambiase el corazón roto de su hermano por el suyo, pero ella le dijo:

- El corazón de su hermano se rompió por la pérdida de su amada, pero el suyo lo hizo por haber traicionado a quien más quería.

Así que el Rey, destrozado ante la evidencia, se echó junto a su hermano a llorar su terrible destino, apagándose poco a poco la vida de ambos, que por fin, estarían unidos por siempre.”


Y así Mike, mediante las cartas, reinventaba y recitaba distintas versiones de lo que él también consideraba su cruel sino.

16. Agridulce
17. Sueño
18. Viaje
19. Música
20. Pijama
xx. ?? 

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1. Café - Óscar
2. Soledad - F
3. Color - Iscer

4. Cenicero
5. Sonrisa - Czcibor
6. Mar
7. Foto - Micael
8. Sexo - Friedrich

9. Chichón
10. Silencio
11. Hospital
12. Tacones - Abraham
13. Amigo
14. Cacahuetes - Leo y Abraham
15. Manos - Mike

16. Agridulce
17. Sueño
18. Viaje
19. Música
20. Pijama
xx. ??